lunes, 26 de octubre de 2009

ANATOMÍA


El cuerpo de los delfines es ancho por delante y acaba en punta. Está formado por los oídos, el espiráculo, los ojos, las aletas pectorales, la aleta dorsal, la aleta caudal y la piel.
Los oídos apenas se distinguen externamente. Está muy desarrollado, les sirve para comunicarse y para captar las vibraciones de sus presas o depredadores…
El espiráculo es el orificio nasal que utilizan para respirar con rapidez asomando un poco el lomo fuera del agua. La válvula que poseen debajo de la piel les impide la entrada de aire bajo el agua.
Los ojos les permiten ver tanto dentro como fuera del agua, gracias al cristalino que se desforma ligeramente cuando salen al exterior del agua.
Las aletas pectorales se asemejan a las patas de los demás mamíferos. Su función es estabilizadora, no propulsora. La aleta dorsal es muy prominente y permite distinguir unos animales de otros. La aleta caudal es la horizontal, la cual presenta una hendidura central que la divide en dos lóbulos. Ésta permite la propulsión y gracias a ella puede hacer increíbles saltos verticales en los que todo el cuerpo le sobresale fuera del agua.
Su cabeza se asemeja a la silueta de un “melón” y su hocico es alargado, provisto de numerosos dientes. Esta especie carece de glándulas sebáceas y sudoríparas y de pelaje.
La piel de los delfines es gris oscuro, es lisa y resbaladiza (para disminuir el rozamiento y facilitar el deslizamiento en el agua). La epidermis es muy deformable que, al disminuir la resistencia del agua, permite una velocidad mayor.
Esta especie suele medir entre 2.3 y 3.5 metros y pesan entre 136 y 230 kilos (dependiendo del sexo del individuo).

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